Marcelino Méndez, José Villar Vidal, Emilio Méndez, Fermín del Río Sela y Rubial "Bota de Oro" volteando la campana en las Fiestas del Quince. - Autor: MÉNDEZ PÉREZ DE PRESNO, Marcelino
Campana de mi lugar
tú me quieres bien de veras
cantaste cuando nací
y llorarás cuando me muera.
Desde aquí quiero recordar a Firme del Río, ya durmiendo el sueño eterno, a José Villar, “Pepe da Pruida” y Rubial “Bota de Oro”, hace muchos años lejos de aquí, a Emilio Méndez, “de Marcos”, también fuera del terruño hace mucho tiempo, Fernando del Río, “El Neno”, José del Río, por Madrid, hermano de Firme y Fernando, Ramón Sierra, “Guerrilla” hoy por Gijón, otros anteriores a nosotros, como Antonio Alonso Arias “Michines”, Higinio Jardón, y muchos otros que de momento, quizá queden en el tintero. Éramos una especie de gremio de las campanas, aunque a veces teníamos que llevar la Patrona, como se ve en las fotos, pero sin duda lo nuestro era el volteo y dar la alegría necesaria a la procesión, sobre todo en la subida a la calle Mayor, donde era grande el esfuerzo, sobre todo para los llevadores de San Roque, entre ellos muy antiguamente, Manuel Méndez “Manolo de Marcos”, mi querido tío, con otros componentes de la “Colla”, más modernamente, Antonio Rodríguez Zárate “Roxo”, y tantos otros que ya no recuerdo, pero que están ahí.
Las campanas tocadas a vuelo, anuncian alborozadas a los cuatro vientos, que La Vega – Vegadeo – se encuentra en fiestas, en sus fiestas tradicionales y antiguas, y digo antiguas, porque en este día, era costumbre que en la Procesión al Campo de Medal, que venía desde la Capilla de Nuestra Señora del Abeto, ubicada en aquellos tiempos en la Abraira, fueran bailando delante de la Virgen el Gremio de maestros zapateros, con camisa planchada, una banda de seda y castañuelas, costumbre que se conservó hasta el año de 1848, siendo los últimos bailarines, el tío Juan de Minguto, tío Miguel de Chulín, tío Bastián y Pedro Méndez, llamado el tío Cielo, mi bisabuelo.
Termino queridos vegadenses con unos versos de alguien que quiso mucho a su terruño, a su Vega, que jamás la olvidó, ni el sonido de sus campanas, era Campoamor de la Fuente, versos escritos en la nostalgia y la distancia y que dicen así:
Viene la noche de verbena,
de amoríos y de encanto,
que ponía mucho gozo en
el corazón del pueblo.
Y las carinas de rosa,
de las mozucas del pueblo,
hacían soñar amores
en un paraíso nuevo.
MÉNDEZ PÉREZ DE PRESNO, Marcelino
Riadeleo (2010)
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